Puntualidad es una actitud humana considerada en muchas
sociedades como la virtud de coordinarse cronológicamente para cumplir
una tarea requerida o satisfacer una obligación antes o en un plazo
anteriormente comprometido o hecho a otra persona.
Algunas culturas tienen sobreentendido que los plazos reales son
diferentes de plazos indicados. Por ejemplo, en una cultura particular
puede ser entendido que la gente llegará una hora de más tarde de lo
anunciado. En este caso, puesto que cada uno entiende que una reunión a
las 9 am comenzará realmente alrededor de las 10 am, nadie se incomodará
cuando todo el mundo aparezca a las 10 am.
La puntualidad: un factor básico de tu trabajo
El valor de la puntualidad es la disciplina de estar a tiempo para cumplir nuestras obligaciones: una cita del trabajo, una reunión de amigos, un compromiso de la oficina, un trabajo pendiente por entregar.
El valor de la puntualidad es necesario para dotar a nuestra personalidad de carácter, orden y eficacia,
pues al vivir este valor en plenitud estamos en condiciones de realizar
más actividades, desempeñar mejor nuestro trabajo, ser merecedores de
confianza.
La falta de puntualidad habla por sí misma, de ahí se deduce con facilidad la escasa o nula organización de nuestro tiempo, de planeación en nuestras actividades, y por supuesto de una agenda, pero, ¿qué hay detrás de todo esto?
En este mismo sentido podríamos añadir la importancia que
tiene para nosotros un evento, si tenemos una entrevista para solicitar
empleo, la reunión para cerrar un negocio o la cita con el director del
centro de estudios, hacemos hasta lo imposible para estar a tiempo;
pero si es el amigo de siempre, la reunión donde estarán personas que no
frecuentamos y conocemos poco, o la persona –según nosotros- representa
poca importancia, hacemos lo posible por no estar a tiempo, ¿qué mas
da...?
Para ser puntual primeramente debemos ser
conscientes que toda persona, evento, reunión, actividad o cita tiene un
grado particular de importancia. Nuestra palabra debería ser el sinónimo de garantía para contar con nuestra presencia en el momento preciso y necesario.
Otro factor que obstaculiza la vivencia de este valor, y es poco
visible, se da precisamente en nuestro interior: imaginamos, recordamos,
recreamos y supuestamente pensamos cosas diversas a la hora del baño,
mientras descansamos un poco en el sofá, cuando pasamos al supermercado a
comprar “sólo lo que hace falta”, en el pequeño receso que nos damos en
la oficina o entre clases... pero en realidad el tiempo pasa tan de
prisa, que cuando “despertamos” y por equivocación observamos la hora,
es poco lo que se puede hacer para remediar el descuido. Un aspecto
importante de la puntualidad, es concentrarse en la actividad que estamos realizando, procurando mantener nuestra atención para no divagar y aprovechar mejor el tiempo.
Para corregir esto, es de gran utilidad programar la alarma de nuestro reloj u ordenador, pedirle a un familiar o compañero que nos recuerde la hora (algunas
veces para no ser molesto y dependiente), etc., porque es necesario
poner un remedio inmediato, de otra forma, imposible.
Lo más grave de todo esto, es encontrar a personas que sienten “distinguirse” por su impuntualidad, llegar tarde es una forma de llamar la atención,
¿falta de seguridad y de carácter? Por otra parte algunos lo han dicho:
“si quieren, que me esperen”, “para qué llegar a tiempo, si...”, “no
pasa nada...”, “es lo mismo siempre”. Estas y otras actitudes son el
reflejo del poco respeto, ya no digamos aprecio, que sentimos por las
personas, su tiempo y sus actividades.
Para la persona impuntual los pretextos y justificaciones están agotados,
nadie cree en ellos, ¿no es tiempo de hacer algo para cambiar esta
actitud? Por el contrario, cada vez que alguien se retrasa de forma
extraordinaria, llama la atención y es sujeto de toda credibilidad por
su responsabilidad, constancia y sinceridad, pues seguramente algún
contratiempo importante ocurrió..
Podemos pensar que el hacerse de una agenda y solicitar ayuda, basta
para corregir nuestra situación y por supuesto que nos facilita un poco
la vida, pero además de encontrar las causa que provocan nuestra
impuntualidad (los ya mencionados: interés, importancia, distracción),
se necesita voluntad para cortar a tiempo nuestras actividades,
desde el descanso y el trabajo, hasta la reunión de amigos, lo cual
supone un esfuerzo extra -sacrificio si se quiere llamar-, de otra
manera poco a poco nos alejamos del objetivo.
“Quiero ser puntual desde mañana”
La cuestión no es decir “quiero ser puntual desde mañana”, lo
cual sería retrasar una vez más algo, es hoy, en este momento y
poniendo los medios que hagan falta para lograrlo: agenda,
recordatorios, alarmas...
Para crecer y hacer más firme este valor en tu vida, puedes iniciar con estas sugerencias:
Examínate y descubre las causas de tu impuntualidad: pereza, desorden, irresponsabilidad, olvido, etc.
Establece un medio adecuado para solucionar la causa principal de tu problema (recordando que se necesita voluntad y sacrificio): reducir distracciones y descansos a lo largo del día; levantarse más temprano para terminar tu arreglo personal con oportunidad; colocar el despertador más lejos...
Aunque sea algo tedioso, elabora por escrito tu horario y plan de actividades del
día siguiente. Si tienes muchas cosas que atender y te sirve poco,
hazlo para los siguientes siete días. En lo sucesivo será más fácil
incluir otros eventos y podrás calcular mejor tus posibilidades de
cumplir con todo. Recuerda que con voluntad y sacrificio, lograrás tu propósito.
Implementa un sistema de “alarmas” que te ayuden a
tener noción del tiempo (no necesariamente sonoras) y cámbialas con
regularidad para que no te acostumbres: usa el reloj en la otra mano;
pide acompañar al compañero que entra y sale a tiempo
Cómo practicar esta virtud para enseñarla a los hijos
Si los padres no practican la puntualidad, será imposible que los hijos la aprendan.
En los países de más alto nivel de vida, la puntualidad se practica y enseña desde la niñez.
A ciertas
comunidades les califican mal, e incluso no quieren hacer negocio ni
mantener relaciones sociales con sus miembros, debido a su impuntualidad
colectiva, calificación de la que no se salvan ni los puntuales.
La puntualidad
está relacionada con otras virtudes y valores humanos, como el orden, la
responsabilidad, la exactitud, la precisión, la rectitud, la
formalidad, el rigor, etc. y la impuntualidad con la negligencia, la dejadez, la desidia, la indolencia, la pereza, el desorden, el egoísmo, etc.
Para crecer y hacer más firme este valor en tu vida, puedes iniciar con
estas sugerencias:
Examínate y descubre las causas de tu
impuntualidad: pereza, desorden, irresponsabilidad, olvido, etc.
Establece un medio adecuado para
solucionar la causa principal de tu problema (recordando que se
necesita voluntad y sacrificio): Reducir distracciones y descansos a
lo largo del día; levantarse más temprano para terminar tu arreglo
personal con oportunidad; colocar el
despertador más lejos.
Aunque sea algo tedioso, elabora por
escrito tu horario y plan de actividades del día siguiente. Si tienes
muchas cosas que atender y te sirve poco, hazlo para los siguientes
siete días. En lo sucesivo será más fácil incluir otros eventos y
podrás calcular mejor tus posibilidades de cumplir con todo. Recuerda
que con voluntad y sacrificio, lograrás tu propósito.
Implementa un sistema de "alarmas" que te
ayuden a tener noción del tiempo (no necesariamente sonoras) y
cámbialas con regularidad para que no te acostumbres: usa el reloj en
la otra mano; pide acompañar al compañero que entra y sale a tiempo;
utiliza notas adheribles.
Establece de manera correcta tus
prioridades y dales el lugar adecuado, muy especialmente si tienes que
hacer algo importante aunque no te guste.
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